La verdad y la conciencia

El tiempo es el mejor aliado del hombre, en esta historia es uno de los protagonistas pero no el principal, ayuda para sanar heridas o para enmendar errores, pero sin duda para Peter Torbiörnsson ha sido un infierno, porque desde 1984 carga con una culpa que hasta el día de hoy le fustiga y según él le ocupa mayor parte de sus pensamientos que cualquier otra cosa.

Este personaje ha estado en la agenda mediática en los últimos días a causa de su documental “El último capítulo: Adiós Nicaragua” que habla sobre el atentado a Edén Pastora en La Penca Río San Juan en el 1984, donde fallecieron 9 personas y resultaron 22 heridos. En aquel tiempo se culpó a la CIA, pero ahora Peter nos cuenta la verdad, ya que él mismo se dice ser la prueba contundente.

Torbiörnsson estuvo en la Universidad Centroamericana en el auditorio Roberto Terán, donde presentó su filme y luego sostuvo un conversatorio con los asistentes. Ahí de pie, un hombre alto, tembloroso, canoso, hablando medio español, pero con gran elocuencia y bromista de vez en cuando. Contó la historia de cuando fue a ver a Tomás Borge y en el documental se aparecía muy bien el momento en que el comandante se pone nervioso y se altera tras la pregunta “¿Usted está involucrado en el atentando de la Penca?”.

Luego de la película comenzaron las preguntas y respuestas, hubo una pregunta que rebotó en el lugar un par de veces hecha por dos periodistas y fue “¿por qué no incluyó a la CIA como fuente?”  Peter Contestó “No entiendo esa pregunta, porque todas las pistas llevan hacia Lenin Cerna y Tomas Borges como Dirigentes de la seguridad del Estado, además a ¿quién iba a llamar en la CIA?”.

Al final, se dispararon las luces blancas, no de bombas esta vez, sino de los Flashes de las cámaras, el estruendo que se escuchó fue de los aplausos, premiando la valentía de un hombre que quizás esperó mucho tiempo para hacer esto, pero cumplió con su conciencia y con la verdad, reconoció que tiene la culpa de algún modo al aceptar llevar a un falso fotógrafo y dijo “Tal vez ese día yo también debía morir”.
Por Faustino Salcedo

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